junio 24, 2007

CARTA A LOS HIJOS E HIJAS DE LOS HOMBRES QUE SALVARON LA PATRIA

Cada noche cuando veo las estrellas pienso que mi padre no las puede ver, al estar recluido en la cárcel y por haber cumplido su deber. Un deber que hoy ha sido abandonado por jueces que están fuera de la ley, por un pueblo mal agradecido, por organizaciones políticas que viven del odio, por gobiernos que no mantienen la paz y por algunos mandos de las instituciones armadas que no la han impuesto.

Cada noche cuando me acuesto pienso cómo estará él, si lo tratarán bien, qué pensará antes de dormir, tendrá en su corazón una llama de esperanza y fe, si al día siguiente tendrá un momento de alegría; si se sentirá tan solo a sus casi 80 años. Si habrá paz en su vida.

Estos pensamientos comenzaron en mí cuando tenía 16 años de edad, en 1979 el día que me entregaron el Espadín en la Escuela Militar de manos de mi madre, no de mi padre, quien ya estaba detenido por los jueces y se vislumbraba el comienzo de la traición de varios, y en pleno Gobierno Militar. Fue el inicio de lo que vivimos hoy día. Todo ese año casi no lo vi. Y lo recordaba en las frías noches de las cuadras de mi querido Instituto, así como en las campañas de Peldehue y en el desierto del norte de Chile, en mi carpa con mi fusil, mi bayoneta y el corvo junto a las cartas que le escribía y las que de él también recibía.

Pero también me hacían pensar que aquel desierto era el fruto del sacrificio de soldados y marinos que con sus vidas lo habían conquistado en la Guerra del Pacífico en 1879 y que por mis venas corría la sangre de uno de aquellos que combatió en esa guerra contra el enemigo externo de entonces; ese hombre era mi bisabuelo paterno, abuelo de mi padre y con nuestro mismo nombre. Y también le tocaría combatir en la Guerra Civil de 1891 contra el enemigo interno siendo herido en batalla y moriría pobre y abandonado por el nuevo Ejército; sólo cuarenta años más tarde mi bisabuela sería homenajeada por el gobierno con una Pensión de Guerra a la “viuda del soldado Manuel Contreras Canelo quien hizo la Guerra contra Perú i Bolivia” (textual del Decreto Presidencial). Y pensaba ¿se estaría repitiendo la historia? ¿El sacrificio de mi padre y de tantos otros valdría la pena?

Hoy ya tengo casi 45 años y he visto a mi padre preso incontables veces y ahora al final de sus días nuevamente en la cárcel. Toda esta vida me he preguntado todo lo que ocurre a mí alrededor hasta encontrar la razón de las situaciones y cosas que me ha tocado vivir. Fui militar porque siempre he sentido en mi alma la fuerza de un soldado; estudie leyes porque quise comprenderlas, no para ser abogado y obtener medios materiales sino por amor a la justicia; volví al Ejército en los años ‘ 80 luego que nuestra casa y oficina fueran atacadas por el terrorismo, lo que me llevó a enfrentar al grupo terrorista del Partido Comunista mal denominado “Frente Patriótico Manuel Rodríguez” desde la Fiscalía Militar y ahí en un interrogatorio a un miembro de este grupo comprendí que sí había valido la pena el sacrificio
de mi padre, de vuestros padres y del mío propio, cuando este sujeto me dijo “nos derrotaron en todos los frentes, pero en el que no pudimos hacer nada fueron las “casas de Pinochet”. Al preguntarle qué significaba esto último me dijo: “Pinochet le regaló casas a todos los pobres de Chile con lo que nos quitó a los hombres y mujeres que tenían que conformar el Ejército Guerrillero que nuevamente estábamos armando; nadie quiso pelear luego de tener casa y trabajo”.

Al oír esas palabras comprendí que la labor de mi padre y la mía estaba en lo correcto más allá del deber: se había cambiado la mentalidad del chileno que ya empezaba a surgir con un nuevo modelo económico una vez que se había derrotado al terrorismo en combate.

Pero hoy nuevamente me cuestiono...¿valió la pena? Cuánto he perdido...mis padres separados, mi padre en la cárcel, yo sin trabajo ni poder titularme aún, completamente solo, sin pareja, no me he casado ni tengo hijos, sin posibilidad de tener médicos ni jubilación, viviendo de la ayuda de mis padres y mis hermanas...y de buenos amigos que han estado junto a mí cuando la situación lo ha ameritado.

Creo que sí valió la pena. Creo absolutamente que sí hemos triunfado pese a los costos personales y ¿porqué? Porque no veo a mi padre derrotado sino que luchando y a un país, pese a estos gobiernos, que sigue creciendo y porque yo he cambiado. Aprendí a amar la vida nuevamente, aprendí a querer la naturaleza, sobre todo los animales; aprendí a disfrutar del silencio de la lluvia, del olor a café por las mañanas, del fuego y calor de una estufa, de la compañía de mis perros, de los buenos amigos... aprendí a perdonar y pedir perdón.

He enfrentado la muerte un par de veces y la llegué sentir en mi piel...y es fría. Pero también aprendí que no es mala. La maldad está en los hombres. Aprendí que hay otra vida y que es mejor que esta y que llegaremos a ella en la medida que vivamos en la Bondad, en la Verdad y en la Belleza de las cosas. Pero también que luchemos contra la mentira, contra la maldad y la fealdad que quieran imponernos. He vuelto a tener fe, pero jamás dejé de creer en Dios. ÉL nos dio este cuerpo, esta vida y esta Patria para que la vivamos correctamente y con los valores y virtudes que nos encomendó. Y eso hicieron nuestros padres: lucharon para reestablecer esos valores y principios de convivencia nacional, limpiando a Chile del terrorismo. Y yo también contribuí con mi grano de arena; uno de mis mayores orgullos.

Y también aprendí a tener humor frente a la adversidad. Y ustedes deben aprenderlo también para llevárselo a vuestros padres.

En la guerra de Vietnam los comunistas tenían una cárcel para prisioneros norteamericanos y estos la apodaron “Hanoi Hilton” (por lo famosos hoteles de entonces) y ésta era un lugar de mucha crueldad. Un piloto de la Marina estadounidense que estuvo siete años ahí, le quebraron todos los huesos del cuerpo, uno por uno; pero él decía “no me podrán quebrar el alma”. Sobrevivió para contar su experiencia y relataba que había alimentado a la esperanza que había esperanza.

Una patrulla de comandos del SAS británico en la Guerra del Golfo de 1991 fue tomada prisioneros por los iraquíes luego que les causaran más de 200 bajas y fueron sometidos a terribles torturas, pero entre ellos se decían “al menos no pueden dejarnos embarazados”. Y sobrevivieron para contar su experiencia.

Cada vez que voy a ver a mi padre a la cárcel le llevo amor, alegría, esperanza, fe. También realidad. Lo abrazo, le doy un beso y con mi presencia intento darle fortaleza al mostrarme yo fuerte y apoyarlo SIEMPRE.

Ustedes deben hacer lo mismo para que ellos, que nos dieron la libertad y el progreso de esta Patria, sientan que valió la pena su sacrificio y el deber bien cumplido. Y seguir luchando por la justicia y sus libertades. Ya llegará el día que la historia los tendrá en el pedestal que se han merecido. Pero debemos seguir luchando. La acción es nuestra, el resultado es de Dios. Tengan fe que vuestros padres saldrán libres y se les hará justicia, pero con vuestra lucha.

Tomando las palabras del brillante, valiente y sencillo General Manuel Baquedano en su Proclama al Ejército antes de las sangrientas y victoriosas batallas de Chorrillos y Miraflores en la Guerra del Pacífico, les digo:

¡ADELANTE!

¡USTEDES SON HIJOS DE LOS VENCEDORES!

¡ADELANTE!


Manuel Contreras Valdebenito