MANIFIESTO DE BUENOS
AIRES
Declaración del Foro de
Buenos Aires por la Justicia, la Concordia y la Libertad
Los pueblos
hispanoamericanos han nacido unidos, con un común origen y participando de una
misma tradición cultural. Esta tradición de nuestras patrias tiene en sus
fundamentos la búsqueda de la justicia, la concordia y la libertad, sin las
cuales es imposible el logro del bien común.
Como es sabido, desde
la segunda mitad del siglo pasado nuestros pueblos han sufrido un feroz ataque
de la revolución armada de corte ideológico castro-comunista cuyo fin era la
destrucción de su tradición fundacional para reemplazarla por una utopía. Con
astucia y después de haber sido derrotados por las armas, los enemigos de
nuestros países han valorado la conveniencia de proseguir la revolución, pero
ahora por vías —aparentemente— incruentas, valiéndose de instrumentos culturales,
políticos y jurídicos para lograr sus espurios fines, encaminándose a ellos sin
titubear, proyectando sus aspiraciones revolucionarias a través de estos refinados
medios, atacando a los países de la América hispana no solo ni principalmente
desde fuera sino también por dentro de sus “murallas”.
Después de la caída del
Muro de Berlín, grupos de tendencia “progresista” se unieron y constituyeron el
Foro de San Pablo, lo que les permitió no solo crecer en tamaño y poder, sino
incluso alcanzar muy importantes cargos públicos en diversos países de la
Región y en organismo supraestatales, adueñándose de algunos
De ellos. Esta unión
pone de manifiesto la existencia de un proyecto revolucionario que —astutamente—
actúa de manera diversa en los distintos países. En algunos lugares, la
naturaleza ideológica de este proyecto se despliega de un modo tal que se
encuentra arraigada desde hace años a través de gobiernos que apuntan al
socialismo y plantean como norte y aliado fundamental al gobierno cubano, aquel
que desde la última mitad del siglo XX ha intentado por diversos medios
influenciar a las naciones hispanoamericanas para “convertirlas” al comunismo.
Precisamente, es signo
de este avance el surgimiento y consolidación en los últimos tiempos de estos gobiernos
llamados “populistas” –que no son sino verdaderos avances totalitarios, carentes
de auténtica legitimidad– con sus opresoras promesas de “liberación” de los más
pobres, quienes en la mayoría de los casos son engañados –explotándose sus
necesidades– y consiguientemente convertidos en “masa” para ser usados por
quienes detentan el poder.
Vencida por las vías
militares, la revolución ha procurado la humillación y el debilitamiento de
nuestros ejércitos, tanto por caminos económicos como ideológicos, negándose la
necesidad de las Fuerzas Armadas como órganos fundamentales para la protección
y supervivencia de toda entidad política autosuficiente, atacándolas desde
diversas perspectivas, en una venganza por las victorias del ayer,
desmoralizando a sus miembros, incluso corrompiendo a una importante cantidad
de ellos y cambiando sus funciones, para desviarlos del natural servicio a sus Estados
hacia otros fines.
En este camino
revolucionario, los derechos humanos —lejos de ser afirmados como facultades propias
de las personas para reclamar aquellas cosas que les son debidas en justicia—
son utilizados como fundamentos para la construcción de ideologías que
parcializan la realidad y atentan contra el bien común de nuestras patrias y de
la América hispana en su totalidad a través de la conformación de una cierta
comunidad ideológica. En este proceso tienen un rol de privilegio organismos
internacionales —principalmente de alcance continental—tales como la Comisión y
la Corte Interamericana de Derechos Humanos, las que aplicando estas ideologías
—y en el caso de esta última, un activismo judicial inaudito— actuando sus
miembros como sacerdotes intérpretes de una religión civil iushumanista,
intentan imponer sus criterios a los pueblos americanos, soslayando las soberanías
estatales y las tradiciones patrias, y llegan al extremo de arrogarse
facultades penales, e incluso constituyentes, pretendiendo modificar los
preceptos de las cartas políticas de nuestros países.
Así, lademocracia ha
sido convertida en una máscara que oculta el dominio de una oligarquía inter y
supraestatal que ataca a nuestros pueblos. Se afectan por ello los derechos de
nuestras comunidades políticas a encaminarse a su felicidad, el imprescriptible
derecho de los diversos países de esta parte del orbe a buscar su bien común
sin ataduras ni condicionamientos.
Por esta ideología y estos criterios se
desconocen y falsean los deberes de justicia y se viola la legalidad,
resquebrajándose en muchos casos la concordia y ahogándose cada vez más las
legítimas libertades de las cuales debemos gozar quienes pretendemos convivir
en comunidades
auténticamente republicanas, llegándose a usar cotidianamente a los poderes
públicos estatales como factores de opresión a estas
legítimas libertades.
Muestra eminente de
esta opresión son los procesos judiciales que —vulnerando las más elementales
garantías constitucionales y convencionales en materia penal— están siendo
llevados a cabo en algunos países de la Región contra miles de personas por
haber participado en la
defensa de nuestras patrias contra el terrorismo guerrillero durante las
últimas décadas del siglo pasado y —en algunos lugares— aún hoy.
Se trata de
procesos judiciales promovidos inicialmente contra personas pertenecientes a
las Fuerzas Armadas y de Seguridad, pero progresivamente extendidos a
funcionarios civiles, periodistas, empresarios y demás en auténticas
persecuciones que van tomando carácter de
“políticas de Estado”, en abierta contradicción con normas constitucionales y
legales y de convenios internacionales en materia de derechos humanos, procesos
que siguen criterios diversos a los aplicados al resto de los ciudadanos, en
manifiesta violación al principio de igualdad ante la ley, institucionalizándose
de este modo la injusticia y la opresión.
El ataque a nuestras
patrias se materializa también a través dealteraciones cuidadosamente preparadas de la cultura, la historia y el lenguaje. A través de los medios de comunicación y de los agentes educativos se introducen neologismos y se van configurando ciertos usos idiomáticos que resultan instrumentales a los fines del proceso revolucionario. El falseamiento de la realidad histórica y actual, con el objetivo de ajustar los hechos a las conveniencias ideológicas, es otro hito fundamental en esta empresa demoledora de nuestras raíces.
Somos conscientes de
que el vicio y el error se multiplican con facilidad.
Entre los gravísimos
efectos de esta crisis encontramos la propagación del narcotráfico, del
narcoterrorismo, de la trata de personas y de la corrupción generalizada. Las
persecuciones que se llevan a cabo contra algunos sectores de nuestros pueblos
pronto se extenderán y avanzarán sobre otros hasta ahora indemnes. Es por ello
que no podemos mantenernos inactivos frente a las numerosas injusticias que se
llevan a cabo día a día en este marco de enfermedad social, una misma enfermedad
con diversos estadios y síntomas, que varían de acuerdo a los diferentes
países.
Felizmente, existen
acciones y perspectivas de resistencia que obstaculizan el triunfo
total de este nefasto proyecto. Los patriotas de Hispanoamérica, víctimas de
esta opresión, no dejan de intentar caminos para liberarse de ella, a través de
protestas públicas, denuncias ante foros locales e internacionales, intervenciones
en aquellos medios de comunicación que no han sido absolutamente captados por
el enemigo, en las “redes sociales” de internet y en todos aquellos espacios en
los que se les permite difundir sus mensajes.
Ante la existencia de
esta situación crítica, fomentada por unacomunidad ideológica que supera las fronteras de nuestros Estados, congregando a buena parte de los enemigos de nuestras patrias, hemos tomado conciencia de la necesidad de unirnos para resistir con fortaleza y actuar con constancia y determinación para lograr el restablecimiento de la justicia, con base en la recuperación de la concordia, en un marco de libertad, bienes sin los cuales corremos hacia el abismo.
La justicia, porque es prioritaria la vigencia de la legalidad y la realización de la equidad, sin las cuales sería iluso pensar en el éxito de los sistemas republicanos. La concordia, entendida como una amistad política, como un querer común de aquellos elementos necesarios para la subsistencia de la vida social, sin cuya existencia nuestras comunidades políticas se disolverían, a falta del mínimo presupuesto de la convivencia para albergar esperanzas de apuntar al logro del bien común de nuestros pueblos. Y la libertad, que es requerida para que dichos pueblos y los hombres que los integran puedan ordenarse a alcanzar sus potencialidades, en dirección a la felicidad tanto individual como política y social.
No buscamos una empresa
“internacionalista” sino una cooperación cimentada en una convergencia de aquellos
que reconocemos una amenaza y un problema común, ya que juntos podemos luchar
de manera mucho más eficaz. Es el momento del combate codo a codo, de decidirnos
a cooperar por el bien de nuestras patrias. Es preciso llevar a cabo, entonces,
una acción mancomunada en los campos de la cultura, de la política, del derecho
y de la educación en pos del futuro de nuestros países como comunidades
políticas, por su misma existencia como entidades
independientes y soberanas. Es imperioso evitar que el resentimiento de unos
pocos y el falseamiento de la historia dividan y enfrenten definitivamente a
nuestros pueblos, impidiéndoles encontrar el camino de armonía y concordia que
sus mayorías reclaman.
Es eldeber de la hora y
no podemos postergarlo, por nosotros, por los que han muerto, y por los que no
han nacido todavía.
Por ello, asumiendo los
deberes de patriotismo, coraje y solidaridad que nos son
exigidos en este momento y sobre los que se nos pedirá
cuenta, constituimos el Foro de Buenos Aires por la Justicia, la
Concordia y la Libertad, invitando a todos los patriotas de la América
hispana a sumarse a esta iniciativa.
Buenos Aires, 20 de
agosto de 2014.