junio 06, 2011

CARTA DE UN CORONEL (R) DE EJÉRCITO

Grandes Hombres de Chile…

La historia chilena desde sus albores a la fecha muestra distintas y convulsionadas situaciones políticas con una larga lista de mandatarios. Como siempre ocurre, unos destacan más que otros en su afán de buscar lo mejor para la nación y sus habitantes. Muchos, tal ves la mayoría, solo fueron “aves de paso”, con escaso aporte, que solo figuran en la historia porque allí están sus nombres. Otros fueron definitivamente nefastos y sumieron a su pueblo en dolor y angustia. Y muy pocos lograron posicionarse como verdaderos Estadistas, constructores de futuro, nacionalidad, desarrollo y progreso; otorgando al pueblo seguridad, bienestar y proyección.

Un verdadero Estadista no es el que simplemente posee saber y experiencia en los asuntos del Estado. Eso es algo muy sencillo, muchos, por no decir todos los políticos chilenos se contentan con esa definición, se complacen con lo barato, con lo fácil, lo intrascendente. Y usan toda la maquinaria comunicacional para imprimir falsamente en la retina del pueblo atributos banales y falsos, a personas mediocres.

Profundizando en los últimos años, podemos ver que la Concertación diseminó innumerables falsedades en la percepción de los chilenos, construyó millonaria y comunicacionalmente burdos “castillos de papel”, magnificando a sus mediocres líderes y ocultando sus vergüenzas. Utilizó aparatosamente ilusorios datos de cínica estadística fabricando engañosos apoyos ciudadanos, los cuales les permitieron mantener el poder indebida e inmoralmente durante una veintena, y cubrir la más vergonzosa corruptela institucionalizada vista en la historia contemporánea chilena. Fueron veinte años con cuatro gobernantes de paso inconsistente, mediocres, llenos de insignificancia, nimiedad, hasta ridiculez. Solo bagatelas propagandísticas oscuras, situación que por su propio peso tenía que sucumbir algún día, gracias a que la verdad siempre aflora, aunque a veces tarde mucho.

Nadie jamás podrá decir que la Concertación tuvo algún Estadista, esa sería una falacia que superaría en desfachatez todos los inmundos recuerdos que dejaron.

El verdadero Estadista es el que en su persona, en su yo interno, sin ayuda de nadie ni de nada, sin falsedades comunicacionales; describe en su población, en su pueblo, en su nación, todas sus riquezas y valores. Es el que innatamente ejerce liderazgo sólido sobre su ciudadanía. Winston Churchill fue muy claro al describirlo: “El político se convierte en Estadista cuando piensa en las próximas generaciones, y olvida las próximas elecciones”.

Nuestra historia muestra una digna lista de Estadistas, pero curiosamente en ella se ven pocos políticos, casi ninguno. Pero sí destacan los uniformados, hombres que el destino por cualquier circunstancia los puso en la primera magistratura, dejando en Chile una imborrable huella de chilenismo, desarrollo y crecimiento. Partiendo por los Generales Carrera y O’higgins que en su época y tal vez bajo distintos prismas nos dieron Independencia; y continuando con otros grandes hombres que en sus Gobiernos y bajo la situación que sea, hicieron de Chile una gran nación, como los Generales Bulnes, Ibáñez y Pinochet. Todos innatos Estadistas, hombres virtuosos que supieron hacer todo de la nada y reconstruir sobre cenizas.

Pero regresando a nuestra época, pasado el lúgubre período de la Concertación, llegaba a Chile la esperanza con el actual Presidente, don Sebastián Piñera. El júbilo que mostró esa tarde de verano la ciudadanía era incontenible, había ganado la verdad, la corrección, la limpieza; fue derrotado el robo, la burla, la mugre. No importaba el terremoto ni sus consecuencias, tampoco el odio enconado de los derrotados. Chile renacía esplendorosamente, las ilusiones se hacían realidad. Al fin Chile estaba frente a la eventualidad de tener nuevamente, después de muchos años, un Estadista. Las condiciones se daban, después de tanta inmundicia era fácil sobresalir y triunfar, solo había que cumplir lo prometido y mostrar limpieza, profesionalismo, liderazgo.

¿Pero que ocurrió?

El señor Piñera ante el profundo dolor de la mayoría que lo llevó al poder, desechó toda posibilidad de quedar como un grande en la historia. Sus infinitas promesas de campaña, las que por capacidad sí podía cumplir, las dejó de lado. Su liderazgo innato, el que lo llevó a triunfar en la vida, quedó en el olvido. Si bien es cierto se ha rodeado de grandes profesionales en su ministerio, eso no se nota. Resulta increíble que la Concertación, que a estas alturas debiera estar enjuiciada por todas sus tropelías, se muestre nuevamente envalentonada y prepotente, haciendo y deshaciendo, creando un clima de ingobernabilidad e inestabilidad que poco a poco corroe el alma de los chilenos y los sume en el desconcierto. ¿Y donde está la esperanza tan anhelada?, ¿donde está el Presidente de la esperanza? Duele constatar que el Presidente que logró derrotar a la mafia más inmoral y sucia, hoy esté cogobernando con ellos mismos. Es increíble que en los Ministerios y Reparticiones, incluso en los medios de comunicación del gobierno y en la propia Moneda, aun esté instalada la misma larva que destruyó la conciencia y la dignidad de los chilenos.

El Presidente Piñera tuvo la oportunidad de ser un verdadero Estadista, sin esfuerzo alguno lo pudo haber logrado. La ruina moral que dejó la Concertación en la política chilena pudo ser el trampolín para que él se transformara en un grande de la República. Todo se vio fácil para él, solo debió preocuparse de dos aspectos fundamentales: Primero, usar todo su poder e influencias para desenmascarar los robos e inmundicias de sus opositores, dejándolos ante los ojos de los chilenos y del mundo como lo que verdaderamente son, unos mafiosos desvergonzados, y por ningún motivo darles el espacio que les otorgó y someterse a su inmoral veredicto. Y segundo, desplegar toda su capacidad y esfuerzo en cumplir todas, pero absolutamente todas sus promesas, gobernar para todos los chilenos y no dejar nunca de lado a quienes confiaron en él, a quienes depositaron en él todas sus esperanzas.

El Presidente Piñera ya no fue un Estadista, a los 15 meses de gobierno muestra un apoyo ciudadano, según una creíble encuesta, de solo el 36%. Su posibilidad de convertirse en un Grande de la historia se diluyó absolutamente; y no por ser un sucio inmoral como sus cuatro predecesores, sino por su debilidad y falta de liderazgo.

Alejandro Russell O’Kuinghttonss