octubre 06, 2005



Manuel Baquedano González es uno de los más grandes Generales que ha tenido Chile. Realmente es él a quien se le puede definir como “Siempre vencedor y jamás vencido”.

Siendo un joven de 15 años se embarcó secretamente en el velero “La Chilena” para seguir al Regimiento “Cazadores a Caballo” que iba a la Guerra contra la Confederación Perú-Boliviana en 1839, el cual comandaba su padre el Coronel Fernando Baquedano quien es el soldado que más acciones de guerra tiene en toda la historia del Ejército hasta hoy.

Descubierto en plena navegación, no le quedó más opción a su padre que aceptarlo en dicho Regimiento con rumbo al Perú. Se destacaría Manuel en el combate de Portada de Guías lo que le valió el grado de Alférez, y luego en la batalla y gran victoria de Yungay.

De regreso a Chile continuó en el Ejército, para ir ascendiendo con los años de servicio y nuevamente ser un destacado combatiente contra los levantamientos finales de los mapuches en el sur de Chile donde mostraría toda su bravura, su tranquilidad en los peores momentos y una gran conducción de mando sobre sus tropas.

En 1851 se produce una de las tantas revoluciones o guerras civiles, sirviendo en la escolta del Presidente y General Manuel Bulnes y en una de las sangrientas batallas finales en que triunfaron las fuerzas del Gobierno aplacando la insurrección, el Capitán Manuel Baquedano defendió con gran valor un ataque de las fuerzas rebeldes en contra del propio General Bulnes, ocasión en que Baquedano González mató a sablazos a dos soldados insurrectos. Además Bulnes le ordenó ir a rendir a su propio padre que se encontraba combatiendo en el bando contrario.
Manuel lo hizo ya que Fernando Baquedano no quería entregarle su espada a nadie o morir, pero al ver a su hijo la envainó y se retiró del campo de batalla y del Ejército para siempre; eso sí fue perdonado por Bulnes en una de las tantas leyes de amnistía. Fernando Baquedano se iría a su querida ciudad de Concepción a vivir sus últimos días en paz junto a su esposa y con el cariño de la ciudad completa. Moriría años más tarde luego de una magnífica carrera como soldado que había comenzado antes de la Independencia de 1810.

Su hijo Manuel seguiría en el Ejército, pero detestado por varios políticos quienes lo hicieron retirarse del servicio por unos años. Como casi todos los soldados que han visto la miseria de la guerra, adquirió un fundo y se dedicó a labores agrícolas. Pero el destino lo hizo regresar al servicio activo luego que fuera llamado nuevamente ante la insurgencia mapuche, y dichos políticos tuvieron que tragarse su propia m...

Al estallar la Guerra del Pacífico, Manuel Baquedano ostentaba el grado de General de Brigada y comandaba el mismo Regimiento que fundara su padre, el “Cazadores a Caballo”. Con él partió a las primeras operaciones terrestres del conflicto no dando mucho su opinión ya que el Ejército era prácticamente comandado por civiles, como el “cucalón” Francisco Vergara y el Ministro de Guerra don Rafael Sotomayor quienes le tenían una gran desconfianza a los generales de la época (reminiscencia de los conflictos internos) y casi nos llevaron a una derrota frente a los Ejército de los Aliados Perú-Bolivia de no haber sido por el valor del soldado chileno. Amén de que destinaron déspotamente de sus mandos a dos Generales Jefes del Ejército en plena Campaña.

Las batallas de Pisagua, Pampa Germania y San Francisco fueron consecuencia de una improvisada organización y planificación, a pesar de ser contundentes victorias para nuestras fuerzas y con gran heroísmo individual pero de no haber sido por la incompetencia de los generales enemigos, habrían sido sendas derrotas con el triunfo para los Aliados en la guerra. Incluso ésta pudo haber terminado al final de la batalla de Dolores o San Francisco (19 de noviembre de 1879) cuando las fuerzas chilenas pusieron en derrota y desbande a las fuerzas peruano-bolivianas pero ante la mala conducción no se realizó la persecución de éstas lo que habría significado el término del conflicto ya que se les habría aniquilado.

Por el contrario, se les dejó retirar y reagruparse tranquilamente hacia la quebrada de Tarapacá. Se envió días más tarde (27 de noviembre) una fuerza de apenas 2.000 hombres de reconocimiento a dicha quebrada (que tiene un curso de agua) quienes en una mala maniobra ingresaron al bajo de ésta siendo atacadas desde lo alto por el Ejército Aliado completo (6 veces superior) lo que resultó en una desastrosa derrota para las fuerzas chilenas, no antes de haber combatido fieramente causando grandes bajas al enemigo con un valor indomable en el combate cuerpo a cuerpo, a bayoneta y corvo limpio.
En esta batalla se destaca el Regimiento 2º de Línea con su Comandante Eleuterio Ramírez quien murió combatiendo luego de haber sido gravemente herido. Ahí se ganaría el apodo de “León de Tarapacá” otorgado por la prensa chilena; pero varios años más tarde un político se lo atribuyó para él por haber ganado “las elecciones senatoriales” de dicha zona: don Arturo Alessandri Palma.
Así como el portaestandarte teniente Telésforo Barahona y sus escoltas que murieron uno a uno manteniendo dicho pabellón hasta no quedar ni uno solo vivo siendo tomado por las fuerzas peruanas como trofeo de guerra. Este estandarte sería encontrado detrás del altar en la Catedral de la ciudad de Tacna luego de la batalla y victoria del mismo nombre el 26 de mayo de 1880.
Baquedano se los devolvería en una ceremonia militar en el campamento de Lurín (al sur de Lima) antes de las batallas de Chorrillos y Miraflores para que en ellas mostraran nuevamente todo el valor de Tarapacá, batallas que condujeron a la derrota del Ejército peruano y la entrada triunfal a Lima del Ejército de Chile.

Luego del desastre de Tarapacá (que la prensa chilena tituló “Ejército de leones comandado por asnos”, en referencia a los “mandos” civiles) las fuerzas peruanas se retiraron por el altiplano en dirección de la ciudad de Arica, constituyendo una derrota táctica para el Ejército chileno pero un triunfo estratégico ya que jamás volverían los peruanos a tener la provincia en sus manos.

Vendría el desembarco sin resistencia de las fuerzas chilenas al norte de Tacna, avanzando en dirección del Ejército Aliado. En esos días muere de un derrame cerebral el Ministro de Guerra en campaña (en el campamento Las Yaras) don Rafael Sotomayor quien “mandaba” el Ejército. Las comunicaciones con Santiago eran muy lentas por lo que otro civil presente don José Francisco Vergara decide que él asumiría el mando del Ejército. Se dice que fue hasta peligroso para esta persona dicha pretensión, ya que todos los Jefes del Ejército miraron en una sola dirección: Baquedano. Este en un audaz golpe de mano toma el Ejército bajo su conducción y sin esperar orden alguna de los políticos de Santiago enfrenta en la cuesta de Los Ángeles a una fuerza peruana derrotándola completamente (se destacan el batallón Atacama y su Capitán Rafael Torreblanca una vez más) cortando el paso hacia la Sierra.


Luego vendrían las tremendas victorias de las batallas de Tacna, el Asalto y Toma del Morro de Arica, Chorrillos y Miraflores. Pero pudo haber sido antes ya que se demoraron casi un año en llegar a Lima, y todo por las torpes y nulas “negociaciones” que sólo hicieron organizarse a las fuerzas del Perú que costaron miles de vidas chilenas.

Después de la batalla de Tacna uno de los Regimientos que más pérdidas tuvo fue el “Atacama”, y su Comandante sufrió la muerte de dos de sus hijos que iban con él como también el heroico Torreblanca (soy muy amigo de un descendiente directo de este bravo oficial que también lleva su apellido y es primo de mi gran amigo Rafael) y cuando Baquedano le dio personalmente el pésame al Comandante, este le dijo a su General: “Dios me los dio la Patria me los quitó, pero aún me queda un hijo”. Este oficial moriría en la batalla de Chorrillos y su último hijo en la batalla de Miraflores.

Luego de estas victorias y su entrada triunfal a Lima un 17 de enero de 1881, volvería Baquedano a Chile con parte del Ejército, dejando lo suficiente para la ocupación, siendo recibido con los famosos “Arcos de Triunfo” tanto en Valparaíso como en Santiago. Fue muy homenajeado, pero él les pidió a dichos políticos que lo enviaran de vuelta a Perú ya que consideraba que la guerra aún no estaba finiquitada, más aún, se estaban reorganizando en La Sierra bajo el mando del gran general peruano Andrés Avelino Cáceres llamado por sus indios “El Brujo de Los Andes”, y sumaba a su preocupación el hecho que podríamos tener en esos momentos una guerra con Argentina; pero estos políticos lo enviaron a retiro y a su casa, regalándole una espada con diamantes.
"Diamante" se llamaba su caballo que lo acompañó en toda la guerra por tener en su frente una mancha blanca que se asemeja a esa joya, y está con él en su merecido monumento de la Plaza Italia.

Mientras tanto, Barros Aranas convencía al gobierno de las “infértiles tierras de la Patagonia” regalándole a la Argentina todo ese vasto y gran territorio (que tiene petróleo y gas) y Baquedano se lamentaba que en menos de tres meses podría haber estado con este Ejército de leones en Buenos Aires.
Al término de la Guerra Civil de 1891 se le quiso entregar el mando de la Nación a Baquedano quien dijo “no acepto que me entreguen un país en estas condiciones”; pero caballerosamente estuvo un par de días con el cargo, exclusivamente para detener el saqueo, pillaje y matanzas que ocurrían en Santiago y sus alrededores, en espera del Ejército del Congreso que vendría triunfante desde Valparaíso, haciéndole entrega del mando al Almirante Montt.
Éste se apresuró a que los políticos dictaran rápidamente leyes de amnistía para la pacificación de Chile.

El General Baquedano no se sacó jamás su uniforme y mantuvo siempre su sencillez y tranquilidad; cada mañana iba junto a su ordenanza a ”desayunar” al Mercado Central. Lo hizo hasta que sus fuerzas se lo permitieron, falleciendo en 1897.

Tengo el orgullo y honor que mi bisabuelo haya estado en batalla bajo sus ordenes en la Guerra del Pacífico; así como también el Coronel (a esa fecha) Orozimbo Barbosa quien fuera General en la Guerra Civil de 1891 por el bando de Balmaceda siendo brutalmente asesinado a lanzazos por las fuerzas adversarias.
Este General es tatarabuelo de mi gran amigo Rafael, con quien pasamos juntos la niñez en Tejas Verdes, luego en Santiago y compañeros de curso en la Escuela Militar. Nos a unido una amistad duradera que proviene quizás de nuestros ancestros que combatieron por Chile, mi bisabuelo y su tatarabuelo primero bajo las ordenes de Baquedano en la Guerra del Pacífico y luego mi bisabuelo bajo las ordenes del General Barbosa en las batallas de Con-Cón y Placilla, siendo muerto este último y gravemente herido mi bisabuelo paterno.

Con los años yo estaría persiguiendo terroristas del FMR bajo las ordenes del entonces Fiscal Fernando Torres Silva, y mi amigo Rafael como comando en algún lugar con las Fuerzas Especiales del Ejército. Hasta el día de hoy somos grandes amigos y camaradas en la historia.

No he encontrado en toda la historia patria un documento más motivante que el siguiente, el cual se encuentra en la Historia del Ejército de Chile y se refiere a los momento anteriores a la batalla de Chorrillos del 13 de enero de 1881 y que son las siguientes resoluciones del General
Manuel Baquedano:
Para realizar el ataque, el General Baquedano resolvió acometer frontalmente la posición, buscando un rompimiento en el centro, haciendo avanzar, en segunda línea, una fuerte reserva, destinada a actuar en el lugar del rompimiento, materializando el centro de gravedad para impulsar la acción.
Para ello reunió el día 12 de enero de 1881 a los Comandantes de División, Brigada y a los Comandantes General de Caballería y Artillería, dictando las disposiciones para el ataque:
“Esta tarde a las 6 P.M. marchará todo el Ejército para caer sobre el enemigo antes de aclarar. La I División atacará el ala derecha (S.O.) del enemigo; la II División en el centro, por San Juan y la III División el ala izquierda (N.E.). Yo espero que todos cumplirán con su deber. Somos chilenos y el amor a Chile nos señala el camino de la victoria...¡Adiós compañeros! ¡Hasta mañana, después de la batalla...!”.

Junto con ello el Ejército (mi bisabuelo entre ellos) recibía la proclama de su General:

“A los señores Jefes, oficiales, clases y soldados del Ejército:
Vuestras largas fatigas tocan ya a su fin. En cerca de dos años de guerra cruda, más contra el desierto que contra los hombres, habéis sabido resignaros a esperar tranquilamente la hora de los combates, sometidos a la rigurosa disciplina de los campamentos y de todas sus privaciones. En los ejercicios diarios y en las penosas marchas a través de arenas quemadas por el sol, donde os torturaba la sed, os habéis endurecido para la lucha y aprendido a vencer.
Por eso habéis podido recorrer con el arma al brazo casi todo el inmenso territorio de esta República, que ni siquiera procuraba embarazar vuestro camino. Y cuando habéis encontrado Ejércitos preparados para la resistencia detrás de fosos y trincheras, albergados en alturas inaccesibles, protegidos por minas traidoras, habéis marchado al asalto firmes, imperturbables y resueltos, con paso de vencedores.
Ahora el Perú se encuentra reducido a su capital, donde está dando, hace meses, el triste espectáculo de la agonía de un pueblo. Y como se ha negado a aceptar en hora oportuna sus condiciones de vencido, venimos a buscarlo en sus últimos atrincheramientos, para darle en la cabeza el golpe de gracia y matar allí, humillándolo para siempre, el germen de aquella orgullosa envidia, que ha sido la única pasión de los eternos vencidos por el valor y la generosidad de Chile.
Pues bien: que se haga lo que ha querido, si no lo han aleccionado bastante sus derrotas sucesivas en el mar y la tierra, donde quiera que sus soldados y marinos se han encontrado con los nuestros; que se resigne a su suerte y sufra el último y supremo castigo.

Vencedores de Pisagua, de San Francisco y de Tarapacá, de Ángeles, Tacna y Arica ¡Adelante!.
El enemigo que os aguarda es el mismo que los hijos de Chile aprendieron a vencer en 1839 y que vosotros, los herederos de sus grandes tradiciones, habéis vencido también en tantas gloriosas jornadas.
¡Adelante! ¡A cumplir la sagrada misión que nos ha impuesto la Patria! Allí, detrás de esas trincheras, débil obstáculo para vuestros brazos armados de bayonetas, os esperan el triunfo y el descanso y allá en el suelo querido de Chile, os aguardan vuestros hogares, donde viviréis perpetuamente protegidos por vuestra gloria y por el amor y el respeto de vuestros conciudadanos.
Mañana, al aclarar el alba, caeréis sobre el enemigo y al plantar sobre sus trincheras el hermoso tricolor chileno, hallaréis a vuestro lado a vuestro General en Jefe, que os acompañará a enviar a la Patria ausente el saludo del triunfo, diciendo con vosotros:
¡VIVA CHILE!
Manuel Baquedano “.


Habíamos llegado de nuevo a Santiago y a la misma población militar en la que habíamos vivido años atrás, solo que ahora era en una casa, ubicada en la esquina de las calles Pocuro con Antonio Varas. Ahí se encontraban siempre de guardia dos soldados armados de fusiles FAL.

Era un buen lugar, con la plaza y los amigos de antes. No veía con regularidad a mi padre ya que siempre estaba en su trabajo de la Academia de Guerra por las mañanas y en la DINA por las tardes y a veces noches completas, y los fines de semana; además que siempre se iba sin desayunar, muy temprano, ya que desayunaba con el General Pinochet.
Yo entendía bien poco y no me interesaba mucho lo que estaba ocurriendo, salvo que no podía salir solo y que en las noches Santiago era un silencio enorme, pero siempre se escuchaban a lo lejos detonaciones de disparos, que no eran uno o dos sino enfrentamientos largos con bastante fuego de fusiles y ametralladoras. Realmente me costaba dormir cada noche.

Como también me llamaba la atención que el personal “militar” que nos protegía (un conductor y un escolta) vistieran de civil y con el pelo largo, y usaran armas para mí desconocidas en esos días (eran fusiles AKA de fabricación soviética que les fueron arrebatadas al MIR , al Partido Socialista y al Comunista en los allanamientos que se producían con regularidad) con cargadores curvos. Y no eran militares sino Carabineros o Infantes de Marina.
Uno de ellos que también hacía de conductor de mi padre, era muy amable y de gran corazón y siempre me llevaba y traía de vuelta del colegio San Ignacio con varios compañeros que los pasaba a dejar sus casas (entre ellos hoy un diputado de la DC) y cuando me veía solo en el patio de la casa jugando con mí adorado perro pastor alemán “Kazan”, se acercaba a acompañarme y contarme sus anécdotas del servicio como Carabinero. Aún hoy recuerdo claramente cuando me avisaron por teléfono (me dirigía a mi trabajo en la Fiscalía en 1987) que el FMR lo había asesinado por la espalda a la salida de su casa con 5 tiros en la cabeza.
No lo podía creer...y rompí el teléfono. Los terroristas malditos creyeron que era él quien había sido el conductor del General Pinochet en el atentado a éste y los del FMR siempre decían que el “chofer” lo había salvado, lo que no es cierto y más adelante vendrán todos los detalles de ese caso y Carrizal Bajo.

Al oír la noticia del asesinato del Sub-Oficial Leopoldo Toloza, además de romper el teléfono solo se me cruzó por mi mente la idea de encontrarlos y matarlos; si matarlos y personalmente. Pero mi otro lado me decía que no. Hasta el día de hoy no sé quién fue efectivamente el autor material; el intelectual Gladys Marín y Volodia Teitelboim.

Además toda la gente que trabajaba con mi padre estaba igual de vestida, sus pelos largos, algunos con corbata otros parecían “hippies”, pero siempre debajo de sus ropas o abrigos estaban los AKA.

Una noche en 1974, debe haber sido en julio más menos, me despertaron unos disparos a la distancia pero se venían acercando. De pronto se ilumina mi pieza (segundo piso con vista a Pocuro) y me levanté a ver escondido detrás de la muralla mirando de reojo por la ventana y veo a los dos soldados que estaban de guardia, tendidos en el suelo y disparando toda la munición de sus fusiles contra un vehículo del cual también se veían llamarazos desde su interior hacia los soldados, disminuyendo su velocidad y chocando lentamente contra el semáforo, deteniéndose por completo. Ahí mismo los soldados se aseguraron y les dispararon en ráfaga todo lo que tenían; la verdad es que el auto quedó como un colador. Y ahí terminó todo. El aire con olor a pólvora y mi corazón que se salía.

No sentí miedo, ya que tenía la experiencia de los dos enfrentamientos de Tejas Verdes y las explosiones de las minas del cerro con los horribles gritos; pero sentí por primera vez una sensación de impotencia de ser un simple espectador y no tener un arma en mis manos para hacer frente y fuego sobre el enemigo. Y tenía casi 12 años.

Había ocurrido que el vehículo en cuestión (nunca supe cuantos eran pero sí que estaban todos muertos) había disparado contra la Escuela de Carabineros y luego contra la Escuela de Telecomunicaciones del Ejército que se encontraban unas cuadras más al sur por Antonio Varas y habían emprendido la fuga a toda velocidad con sus luces apagadas y estos dos buenos soldados se percataron, prepararon sus armas, se tendieron al suelo y al pasar el auto lo emboscaron. Eso fue todo.

Al día siguiente fui al colegio y no podía contarle a nadie lo que había vivido...nadie me creería, además que la mayoría de mis compañeros del San Ignacio como los curas y profesores detestaban a los militares y siempre nos hicieron sentir ese odio a los hijos de aquellos que ahí estudiábamos. Tengo malos recuerdos de esos curas hipócritas; no así del colegio y mis amigos.
Al único que pude contarle fue a mi amigo Rafael, quien vivía ahora en Santiago junto a su abuelo (que era escritor y amigo de juventud de Pablo Neruda, pero anticomunista) y estaba en el Colegio Luis Campino. Mi amigo entendía ya que juntos habíamos vivido en Tejas Verdes.

Mi padre se ausentaba por largos períodos de viaje al extranjero y jamás nos contó nada; así como mi madre trabajaba codo a codo con la señora Lucía en CEMA. Con los años me enteraría que sus viajes fueron a EEUU, España, Francia, Alemania, Irán, etc.

Además del enemigo interno, se nos venía una guerra con Perú y los exiliados marxistas con la Unión Soviética más sus países satélites habían realizado todo tipo de embargos económicos contra Chile incluyendo armamento, mi padre recibió sus ordenes de comprarlo en países anticomunistas y a cómo fuera lugar. Ahí adquiriría los primeros 2.000 lanzacohetes antitanques LOW que fueron emplazados de inmediato en Arica.

Los marxistas exiliados deseaban que Chile fuera atacado por Perú ya que sabían que venían los cubanos y ahí derrotarían al Gobierno Militar, y les importaba un bledo que perdiéramos la guerra y Arica. Y son los mismo que hoy nos gobiernan.
Es extraño en cierta medida, pero el gobierno de Allende impidió que la guerra fuese antes. No por el hecho que estuviéramos mejor armados (todo lo contrario, las FFAA estaban 1 a 6 con Perú) sino que el gobierno dictatorial peruano era pro marxista, liderado por el general Juan Velasco Alvarado quien odiaba a los chilenos ya que además de su formación militar intrínsicamente anti chilena, había nacido al norte de Perú en una ciudad que estuvo ocupada por fuerzas chilenas en la guerra. Este general se había tomado el poder de Perú y en 1969 firmó un tratado con la Unión Soviética adquiriendo más de cien aviones de combate de última generación y 200 tanques T-54 y T-55, para un total de 410 en comparación con los 146 del Ejército de Chile.
Pero mientras estuvo Allende y los marxistas en el poder, la Unión Soviética prefería a Chile que a Perú por lo que evitó que la guerra ocurriese.

Al ocurrir el 11 de septiembre, la Unión Soviética alienta a Perú para la guerra con Chile, pero de la manera que expliqué en la edición anterior (primero la desestabilización interna mediante la guerrilla y luego la invasión, para asegurarse) lo que dio un poco de tiempo para enviar una proporción de 8 veces en contingente a Arica, Iquique y Putre.
Mientras mi padre recorría el mundo entero en busca de ayuda militar. Al final conseguiría ayuda de España, de Sud-África pero sobre todo de Irán con el Sha (que era pro EEUU) quien nos entregaba en caso de guerra tanques y helicópteros de combate.

El Ejército con el Arma de Ingenieros se dedicaban a trabajar noche y día para la construcción de obstáculos y el sembrado de cientos de miles de minas anti-tanques, anti-personales y el estacamiento vertical con rieles de ferrocarril en varias posibles zonas de lanzamientos de paracaidistas, como pampa de Chaca al sur de Arica.

Además mi padre comenzó sus contactos con el gobierno de Bolivia, en especial con Hugo Banzer, en Brasil para el cambio de mando a principios de 1974 y luego se produce el encuentro entre el General Pinochet y el General Hugo Banzer en la localidad fronteriza norte de Charaña (que no fue en ese lugar, por cuanto el General Banzer fue recibido con honores por un destacamento del Regimiento "Rancagua" de Arica en la localidad de Visviri, en territorio chileno) quedando de nuevo con relaciones diplomáticas y con el objetivo de entregarle a Bolivia una franja al norte de Arica y con salida al mar independiente y soberana, lo que además nos alejaba de nuestro enemigo y lográbamos un aliado entusiasta.
Hubo una verdadera amistad entre mi padre y Banzer, regalándole éste un hermoso revólver Colt plateado. Recuerdo en una oportunidad haber contestado el teléfono y era el mismísimo Presidente de Bolivia.
En la pieza de mis padres se encontraban tres teléfonos: uno rojo que era para Pinochet; uno verde para DINA y otro común y corriente. Por el rojo varias veces escuché al General Pinochet solicitando secamente a mi padre, a lo que yo corría.

Mientras tanto el Perú hacía todo lo posible por entorpecer las relaciones con Bolivia y haciendo “propuestas” inútiles a objeto de ellos quedarse con una “porción de Arica”, pero mientras hablaban, le daban tiempo a Chile para prepararse lo que era doblemente bueno y ventajoso para enfrentar dicha guerra que venía para 1975.
Y precisamente no prosperó la idea con Bolivia ya que una de las cualidades que tiene Perú es su diplomacia profesional, no como la nuestra que está llena de homosexuales y por lo mismo con un gran riesgo de infiltración. Por lo anterior y “gracias” a los políticos que en 1929 le entregaron Tacna de vuelta al Perú, hicieron un Tratado en que “todo el territorio que hubiese sido peruano, para su posterior disposición por parte de Chile debe ser consultado a Perú antes.”
Nos jodieron y no se pudo entregarle unilateralmente a Bolivia un pedazo de tierra con mar lo que habría evitado para siempre a los desagradables gobernantes peruanos, envidiosos, corruptos y revanchistas.

¿Resultado? Bolivia rompió nuevamente las relaciones diplomáticas con Chile en 1978, que los ineptos de la Cancillería no pudieron mantener la amistad y confianza que mi padre había logrado con ese gobierno altiplánico; y hasta el día de hoy.

Siempre mi padre estuvo consciente en mantener canales paralelos abiertos con los países vecinos, ya que en ellos también hay personas inteligentes que jamás desearían una guerra que no tiene sentido alguno en los tiempos que vivimos. Se acercó a varios generales y almirantes peruanos, así como argentinos; pero siempre lentamente y en forma doble consiguiendo tiempo y armas en el extranjero.

La Unión Soviética le había construido una Base a la Fuerza Aérea Peruana cerca de Arequipa, denominada “La Joya”. Era la mejor de Sud-América y EEUU estaba preocupado. La DINA se infiltró en Perú (uno de los informantes de la CIA en esa época era el capitán del Ejército peruano Vladimiro Montesinos, quien sería descubierto) lográndose fotografiar esta Base y una oficial de DINA enamoró a un oficial de tanques del Perú y se sacó fotos arriba de éstos. Estas fotos aún existen.

La FACH también necesitaba información de “La Joya”, por lo que montó cámaras en un avión a reacción civil (Learjet) y éste se puso debajo en pleno vuelo de un avión LAN que iba a EEUU pero que pasaba por territorio peruano algo cerca de “La Joya”; al virar hacia el oeste el LAN, ya no podía cubrir más al avión espía del radar peruano y este Learjet se dejó caer en picada fotografiando completamente la Base y emprendió un rápido descenso hacia Chile, mientras despegaban dos Migs peruanos para derribarlo pero alcanzó llegar a la frontera mientras en el aire le esperaban dos F-5 chilenos recién llegados de EEUU haciendo que los Migs regresaran.
Por fin la FACH pudo realizar una maqueta de “La Joya”.
El piloto chileno que hizo esta arriesgada misión llegaría al grado de General.

A tal punto estuvimos de la guerra, que la CIA desvió uno de sus satélites para fotografiar el inmenso despliegue de tanques peruanos cerca de la frontera con Chile dándole aviso a DINA, lo que provocó de inmediato en Chile una puesta en alerta “Grado 1” y dándole cuenta a Perú que la guerra sería “con todo” y se recuperaría Arica si la tomaban, no importando los años que esto tomaría.
Al parecer Perú entendió el mensaje; no atacó (además acá en Chile se estaba haciendo pedazos al MIR y no les estaba funcionando el plan a los traidores marxistas) y desde esa vez han bajado la guardia pero no las ganas.

Mientras tanto aquí en Chile, doña Bachelet como Ministro de Defensa se ocupó personalmente de “desminar” nuestras fronteras....

Una noche de septiembre de 1974 una de mis hermanas se había puesto las argollas de compromiso para su matrimonio y fueron varios amigos. De pronto tocan la puerta de entrada de la casa y me extrañó ya que había otra afuera del jardín que abrir primero. Abrí la puerta y me encontré con un señor vestido con un impermeable blanco y me dice “hola Manuel...¿tu papá? Y al sacarse un sombrero que llevaba me di cuenta que era el General Pinochet; en esos momentos aparece mi padre y mi futuro cuñado quienes lo recibieron y lo hicieron pasar mientras yo me hacía cargo de su abrigo, y lo encontré muy pesado, por lo que mi cuñado me ayudó y lo llevamos al segundo piso a la habitación de mis padres. Al darlo vuelta para guardarlo se caen dos pistolas que llevaba en sus bolsillos, y no eran cualquiera sino dos .45.
Nos reímos, a la vez que nos extrañamos que viniera completamente solo.
Mi padre al darse cuenta, armó la grande en privado y llegó rápidamente la escolta del General quien les había hecho “una broma” y se había arrancado solo. Al final llegó un tanque...sí ¡un tanque! Y se colocó en la intersección de las calles Pocuro y Antonio Varas.
Entramos a finales de 1974 donde viene uno de los combates más famosos de DINA y otras actuaciones de tremendo valor que no se han sabido aún.
Nos vemos.