noviembre 16, 2005






“I WILL NOT FORGET THE WOUND TO OUR COUNTRY AND THOSE WHO INFLICTED IT. I WILL NOT YIELD, I WILL NOT REST, I WILL NOT RELENT IN WAGING THIS STRUGGLE FOR FREEDOM AND SECURITY FOR THE AMERICAN PEOPLE”.

George W. Bush, september 20, 2001.


Este es parte del discurso del Presidente de EEUU George Bush luego del ataque terrorista al World Trade Center en la ciudad de Nueva York, al Pentágono en Washington D.C. y el abatido avión que no llegó a su destino por la valentía de sus pasajeros quienes hicieron frente a los terrorista suicidas pero causaron que el avión cayera muriendo todos.

El peor de los terrorismos; el más cobarde, contra niños, mujeres y hombres no combatientes. El avión suicida se dirige a su fatal destino...la única forma de darles seguridad a las personas inocentes y laboriosas que sólo desean un mundo en paz es aniquilando a los terroristas y sus líneas de abastecimientos, ya sean marxistas, islámicos fundamentalistas, narcos, donde quiera que se encuentren en el mundo entero.

Ese 11 de septiembre de 2001 EEUU le declaró la guerra al terrorismo en todas sus formas no solamente a Al Qaeda. En Chile otro 11 de septiembre de 1973 las FFAA y Carabineros también le declararon la guerra al terrorismo marxista liderado por Cuba y la ex Unión Soviética. No fue fácil y para los norteamericanos tampoco lo será. Hoy los que combatieron a estos terroristas, en su mayoría se encuentran encarcelados y procesados, mientras a los terroristas que sobrevivieron se les aplicaron la ley de amnistía, prescripción, cosa juzgada, Tratados Internacionales no ratificados por Chile, y múltiples beneficios económicos y demases.

A principios de la década de los noventa Perú era un caos tanto económico, social y con un terrorismo en desborde (y financiado por el narcotráfico) como pocos países en latino América, dado que Chile estaba en paz con un alto crecimiento económico y entregado el mando de la Nación a los políticos mal agradecidos, pero con una Constitución que les frenaba sus intentos de destruir todo lo bien hecho.

Alberto Fujimori cuando se casó hace muchos años pasó su "luna de miel" en Chile, recorriendo todo nuestro país hasta Puerto Montt.

Al llegar a la presidencia del Perú lo primero que hizo fue terminar con el terrorismo del grupo marxista-maoista "Sendero Luminoso" que asoló las ciudades, pueblos y sierra peruana causando más de 30.000 muertos y miles de heridos. Hoy existen tres Hospitales Militares exclusivamente para sus soldados mutilados e inválidos a causa del terrorismo.

Esta agrupación es aliada del FMR chileno quien en los años 1983-1987 fue ayudada por la primera a objeto de "recibir" en Tacna a los terroristas chilenos que se dirigían a Cuba a las bases guerrilleras de Pinar del Río y Punto Cero luego de realizar un "curso" (como fue explicado en la edición anterior) para retornar de la misma manera y siempre con la colaboración de Sendero Luminoso.

Fujimori puso a la cabeza de sus Servicios de Inteligencia a un ex oficial de ejército, Vladimiro Montecinos quien en 1975 cooperó con la CIA para detener la guerra con Chile lo que le valió ser tildado de "traidor".

Pero este hombre más Fujimori terminaron encarcelando al cabecilla de Sendero Luminoso, Abigael Guzmán en una prisión naval peruana y de por vida.

Luego resolvería audazmente la toma de la Embajada de Japón en Lima por los últimos terroristas marxistas del grupo "Tupac Amaru" ordenando que ninguno de ellos quedara con vida. Y se acabó el terror en Perú.

No se debe olvidar que la Bachelet fue "ayudista de grupos armados de combate" (así lo define la ley antiterrorista) del FMR además de ser amante de uno de sus "comandantes" y se cree que fue ella quien en su calidad de médico "visitó" al secuestrado hijo del dueño del diario "El Mercurio" para ver su estado de salud (lo estaban matando las condiciones del secuestro) para lograr el suculento rescate en varios millones de dólares que se pagaron en Brasil para su liberación.

Fujimori puede haber cometido muchos errores pero dejó a su país en paz y creciendo la economía. Siempre admiró la obra del Gobierno Militar y a Chile, y sería una gran opción para nuestros pueblos que fuera nuevamente Presidente el 2006 ya que las FFAA peruanas lo prefieren a él que a Toledo así como una gran mayoría de su población, y JAMÁS tuvimos problemas con Perú mientras estuvo al mando de su nación; todo lo contrario.

Es un hombre inteligente y oriental; difícil de predecir pero lo que hace tiene un profundo sentido y no es casualidad que haya llegado a Chile justo en los peores momentos con Perú. Podría ser la solución a estos artificiales problemas creados por unos pocos políticos peruanos.


En 1988 continuábamos nuestra labor para cerrar las Causas judiciales en la Fiscalía Militar, pero el FMR seguía actuando, a pesar de encontrarse muy disminuido y en quiebre con el Partido Comunista, y se formó una agrupación autónoma de este que seguía operando, pero ya sin el financiamiento directo de los comunistas sino con asaltos a bancos e instituciones financieras y con asesinatos selectivos. Nuestro trabajo no terminaba nunca.

Por mi parte había congelado mi carrera de Derecho en cuarto año en la Universidad los dos últimos años ya que el trabajo me impedía realizar bien ambas obligaciones. Me había puesto a pololear con la hija de un ex oficial de Ejército que trabajaba para CNI, al cual había conocido años antes en nuestra casa de Av. Pocuro mientras mi padre estaba en DINA cuando estuvo casado con la cantante y actriz Gloria Benavides quien también participaba de esas reuniones sociales.

Pero ahora estaba separado, tenía otra mujer y en principio no me saludaba ya que tenía cierto recelo a mi presencia por que le recordaba un hecho suyo por el cual había sido dado de baja de la institución y del cual culpaba indirectamente a mi padre. Con el tiempo me fue conociendo y yo también a él, quien no era un mal hombre mientras estuviera sobrio.

Un aspecto que noté en mí y en otros camaradas de labores fue la agresividad que teníamos en esos días, de la cual no nos dábamos cuenta. Una noche salí tarde de la Fiscalía y tenía mi auto en el taller, por lo que tomé una “micro” Tobalaba-Las Rejas en la Alameda y que me dejaba a media cuadra de la casa. Me senté detrás del chofer, solo. Eran como las 11 de la noche y cerca de Providencia se suben tres sujetos muy rápido los dos primeros y paga los pasajes el último, mientras los otros se sentaron al final del vehículo. El espejo interior del microbús permitía al conductor ver a casi todos los pasajeros que eran pocos, pero noté que me miraba insistentemente. Me acerqué a él y me dijo ¿usted es uniformado?, le contesté que sí y que andaba armado. Me miró y me dijo que en el próximo semáforo se detendría y pararía la micro mientras le pediría a los pasajeros bajarse ya que inventaría que se había pinchado un neumático. Quedamos de acuerdo y tomé mi arma en mis manos (siempre andaba con bala pasada) esperando el enfrentamiento.

En esos momentos llegamos a la intersección de Tobalaba con Pocuro y el semáforo en rojo, y justo estaba un furgón de carabineros. Se bajó el chofer, yo saqué el seguro de mi arma y esperé, mientras los pasajeros no entendían nada. Se subieron tres carabineros y los sujetos que habían subido se “hacían los dormidos”; los policías los hicieron bajarse y al revisar debajo de los asientos encontraron un revólver. Fueron detenidos. El conductor se subió con cara de alivio y reemprendió la marcha. Nos miramos y me sonrió. Le puse el seguro a mi arma y se acabó. Al llegar a la casa me di cuenta que no estaba asustado ni nada; tenía una pequeña frustración de no haberme enfrentado a los delincuentes y haberlos matado. Ahí comprendí un poco que mi estado de ánimo no era normal; pero no le comenté a nadie el hecho ni menos lo que sentía.

El 5 de octubre de ese año de 1988 se produce el mentado Plebiscito triunfando la opción del “No” que tuvo un excelente despliegue de medios propagandísticos lo que influyó poderosamente en la juventud. Ese resultado significaba un futuro incierto ya que TODOS los que venían querían venganza. Me preocupé de reiniciar mi carrera y dejar un poco el duro trabajo ya que venían tiempos difíciles, pero debía volver en 1989.

El 29 de octubre se me invita por parte de mi polola a su casa, ya que había una fiesta del hijo de la mujer de su padre, y quería que al menos estuviesen personas algo mayores para tratar de controlar a los infaltable vándalos. Llamé a mi amigo Rafael (teniente a la fecha) y me acompañó con su respectiva polola. Al llegar a esa casa ubicada en un pasaje de la comuna de Ñuñoa, guardé en la pieza de mi polola mi arma, el cargador de repuesto, el beeper, una pequeña linterna y las llaves del auto que había estacionado a la salida de esta casa pero dentro del pasaje. Antes de llegar llevé a mi madre a la casa de un primo y cuando me despedí de ella sentí una extraña sensación que sería la última vez que la vería; me fui todo el camino pensando en ello.

Cuando ya estaba en pleno apogeo la fiesta (para jóvenes de unos 18 años; yo tenía 26) vi al padre de mi polola que se encontraba en la cocina en cierto estado alcohólico sin estar borracho y quemando una banderita publicitaria de la campaña del “No” del plebiscito ya pasado. Me extrañó. Cerca de las tres y treinta minutos de la madrugada mi amigo Rafael me dice que tiene que irse a dejar a su polola y se despide. Yo a los diez minutos pensé lo mismo y le pido a mi polola que me traiga mis cosas de su pieza para retirarme. Ella se dirige y pasa al lado de dos jóvenes borrachos y uno de ellos le da una tocasión con sus manos; de inmediato me abalancé sobre él y le dí un puñetazo que me llamó la atención ya que se desmayó y no era tan fuerte el golpe. En ese momento viene saliendo la mujer del padre de mi polola y da un grito al ver a este borracho en el suelo (después me enteraría que era hijo de uno de los jefes de CNI) y aparece el padre de mi polola con tres sujetos más de la cocina y se me lanza encima (medía un metro ochenta y pesaba más de cien kilos). Yo no opuse resistencia alguna y este hombre me sujetaba con un brazo contra mi cuello y mi espalda pegada a la pared y me gritaba incoherentemente “¡QUÉ LE HICISTE A MI HIJA CONCHADETUMADRE!” En ese momento entendí que debía salir de aquella escena ante el loco que tenía encima de mí, mientras su propia hija lo tomaba del brazo y le gritaba que me soltara.

No sé cómo me lo saqué de encima y logré derribarlo mientras saltaba para salir por la puerta de calle y alejarme. Estoy abriendo la puerta y vuelve este tipo a atacarme pero lo sujetan tres jóvenes y jamás olvidaré los ojos que tenía: eran negros sin expresión alguna y me gritó tres veces “¡TE VOY A MATAR!”, mientras su hija me gritaba que me fuera, y llorando. A todo esto, esta niña había vivido toda su vida con su madre y llevaba solo un año junto a su padre y del cual su propia madre le había dicho que le tuviera cuidado.

Salí fuera del patio de la casa, y no sabía qué hacer. Estaba choqueado por los acontecimientos propios de una población marginal, de los cuales no estaba acostumbrado. Pero las llaves del auto y mis cosas se encontraban dentro de la casa y no iba a entrar a buscarlas. A los minutos cuando ya estaba por irme caminando, aparece esta niña y le pido que vaya a buscar mis cosas; ella rápidamente me las trae y nos despedimos. Habían pasado unos treinta minutos desde que comenzó el escándalo al interior del domicilio.

Me encontraba frente a la puerta del auto y de espaldas a la casa, colocándome la sobaquera con mi arma, dejé la linterna arriba del auto mientras lo abría cuando siento un grito tremendo y me doy vuelta: venía mi polola con una cara desesperada y me grita ¡ARRÁNCATE QUE MI PAPÁ VIENE CON LA PISTOLA!

Realmente en ese momento no lo pude creer. Y me quedé ya que no lo veía a él pero sí a varias personas que en la oscuridad salían de la casa y con gritos. Ahí veo que viene este personaje con algo en la mano y detrás de él su mujer gritándole que entrara a la casa, incluso intentándolo por la fuerza. Cuando la luz del alumbrado me permitió verlo mejor le vi la pistola en su mano derecha en alto y buscando su objetivo. Aún no creía que saliera fuera del patio y que sólo iba a ser una bravata, pero cuando veo que su hija trata de detenerlo en la puerta de salida del jardín, éste la golpeó en la cara con la pistola...ahí comprendí que no tenía salida.

Me fui hacia atrás sin dar la espalda, en el pasaje, al mismo tiempo que desenfundaba mi arma y pasaba bala, cuando me golpeo con el poste de luz lo que me impidió en ese momento escaparme de mi desquiciado agresor. Este sale fuera de su casa al pasaje público y en segundos lo veo que me ve y alza su brazo derecho con su arma gritándome ¡CAGASTE!...en una fracción puse mi rodilla derecha en tierra (instintivamente) y veo una sucesión de destellos que salen de su arma y abro fuego con la mía....estábamos a unos cuatro o cinco metros de distancia, pero hasta hoy recuerdo esos momentos en cámara lenta y veo un “túnel” hacia delante iluminado por el fuego del tiroteo a corta distancia y sin sonido, pero luego viene como todo de golpe y siento el estruendo de los disparos y los gritos; todo en menos de dos segundos viene hacia mí. Mi arma disparaba en ráfaga (así estaba fabricada) y siempre apunté hacia abajo ya que el retroceso de la ráfaga hace que esta se levante perdiendo puntería la dirección de los proyectiles.

En los segundos que vienen me doy cuenta que sigo entero y este hombre de pie y pensé “no le di” y se produce instantáneamente sin mediar acción alguna de descanso otro encuentro de disparos por ambas partes, pero yo fuera del poste y contra la pared medianera a mi espalda. Fue muy rápido este segundo choque, pero vi que mi arma estaba sin munición y lo veo caer...levantó el brazo derecho soltando su arma, su cara hacia arriba y su cuerpo hacia atrás cayendo boca abajo muy fuerte en el pavimento del pasaje. Me choqueó profundamente ver cómo salía tanta sangre desde su estómago, el brazo derecho destrozado con fractura expuesta y con su mano izquierda buscando su arma para continuar. No lo podía creer. Me tomé la cabeza con ambas manos pensando ¡tengo que rematarlo! ya que él quería seguir disparando....pero veo llegar a su hijo menor que se lanzó sobre el cuerpo de este sujeto y lo abraza gritándole que no se muriera....

Ahí me dieron ganas de vomitar y me bloqueé. Solté mi arma y la tiré al piso así como la sobaquera y el cargador de repuesto y la chaqueta. Me fui caminando, no podía entender qué había sucedido. Deseaba que llegara luego Carabineros encontrara mi arma, la de él, los testigos, etc. Pero yo no quería estar ahí; sólo quería vomitar y no podía. Había estado tantas veces en “sitios del suceso” de enfrentamientos, muertos, armas...y ahora me tocaba a mí. No lo podía creer. Solo pensaba “se acabó mi vida”, “¡porqué mierda vine a este lugar!”...cientos de preguntas que la mente no responde, hasta que de pronto vi sangre en mi camisa y llegué a la realidad. Pensé que me había herido y con la adrenalina no se sienten muchas veces los disparos, por lo que comencé a revisarme el cuerpo, pero ¡nada! Era sangre de él que me había salpicado.

También en ese momento me acordé de los sujetos de CNI que eran sus amigos, casi todos delincuentes y pensé “estos me cargan esta noche”. Comencé a correr y buscar a carabineros pero no había nadie en las calles en ese momento. Había caminado unas veinte cuadras sin darme cuenta ni de la distancia ni del tiempo.

No hice bien en irme ya que las consecuencias fueron peores. Debí haber sido más frío, haber alejado a todos del lugar, (eran muchos jóvenes en la casa) seguir apuntando al sujeto derribado mientras llegaba una ambulancia y esperar a carabineros para entregar mi arma y la de este tipo. Pero eso nadie lo enseña. Estas personas a instancias de mi agresor les pidió que le escondieran su arma; el hijo de su mujer y otros la tomaron y la guardaron en el techo interior de su casa. Mientras, su mujer lo subía al auto y partían al Hospital Militar. Al llegar carabineros con un sub-teniente sin experiencia alguna, alejó a las personas y cercó con una tiza los lugares donde encontró vainillas disparadas y vio que estaban en distintos y lejanos lugares, así como zonas de impacto en posiciones encontradas en las murallas, por lo que pidió ver el arma de mi agresor (ya tenía la mía, la cual habían manipulado a instancias telefónicas de un amigo de CNI que era un delincuente) y le trajeron otra, por lo que este oficial la “olió” y se dio cuenta que no tenía pólvora “por lo que no había disparado mi agresor”. Y eso puso en el parte de Carabineros esa noche.

Al retirarse los Carabineros, el hijo más sus amigos sacaron el arma del techo interior de la casa y trataron de sacarle el cargador: era una arma muy buena, alemana e inscrita a nombre de mi agresor la que tenía una capacidad para 18 balas. No pudieron sacar el cargador ya que tenía un impacto de bala (mío) en su empuñadura que bloqueaba que lo sacaran, por lo que fueron extrayendo la munición restante por arriba (la recámara) y contaron 14 balas. No se dieron cuenta que la “nana” estaba mirando todo esto.

Cuando llegó el sujeto de CNI extrajo las balas impactadas en la pared detrás de mí que eran cuatro, y que ya habían sido marcadas con tiza por carabineros quienes “pensaban” que Investigaciones las sacaría en la mañana pero no dejaron a nadie custodiando el sitio del suceso por lo que fue completamente contaminado para encubrir la acción de mi agresor y hacerlo aparecer como víctima. Y se llevó el arma para hacerla “desaparecer”. Pero no pudo en ese momento o no quiso (quizás para qué) ya que al día siguiente se dio el aviso cual era el arma utilizada.

Pero Investigaciones al día siguiente hizo un plano del lugar y concluyó con las marcas de las tizas y vainillas incautadas, provenían de dos armas distintas y que los impactos en las murallas distantes hacían ver un enfrentamiento de norte a sur; una indicaba disparos tiro a tiro y la otra en ráfaga. Y ese fue el informe de la Policía de Investigaciones.

Mi agresor murió días después debido a una sola bala que le impactó en el hígado.

El revuelo fue nacional y con escándalo público. La prensa de izquierda y otra no tanto se aprovecharon de denostarme con las versiones de los “testigos” y la “inocencia” de mi agresor, pero era un asunto que apuntaba a mi padre más que a mí. Y no podía hablar ni defenderme públicamente. No se lo deseo ni a mi peor enemigo leer todos los días en la prensa a infelices que han estudiado periodismo disfrutando (eran unos pocos los demás fueron objetivos) de este hecho y buscando toda la mierda posible para tirármela. Y hasta el día de hoy existen.

Fui detenido y acusado de homicidio, agresión y porte ilegal de armas. Me enviaron preso a una pieza en FAMAE (por mi calidad de militar debía permanecer en una Unidad Militar en la prisión preventiva) que la armaron para mi estadía, pero no era una pieza. Era un salón con una estufa, un par de muebles, un biombo, un catre de campaña y un baño.

Se nombró a un Ministro en Visita debido al escándalo (juez civil y de trayectoria muy estricta). No recibí jamás la visita de ninguno de mis compañeros de labores..NINGUNO.

Si de mis compañeros de Universidad y el infaltable hermano de sangre Rafael, quien viajaba desde la Escuela de Paracaidistas y Fuerzas Especiales a verme. Había un patio grande y cuando le tocaba saltar, llevaba su paracaídas y me entretenía empacándolo.

El Ministro era don Adolfo Bañados Cuadra. Hombre serio pero que me creyó desde un principio lo que le relaté, sin mentira alguna. Además trabajó con él entonces detective Rafael Castillo quien era un hombre muy bueno, simple y dedicado a sus labores; y fue él quien encontró a la “nana” que dijo lo que había visto y fue la línea de investigación de la Causa. Se daría con el tiempo la tremenda casualidad que este mismo Ministro condenaría a mi padre por el Caso Letelier y Castillo también trabajaría ahí; además de tener la ingrata misión de haber dirigido la detención violenta de mi padre en enero de 2005.

Pasaban los meses y la pistola de mi agresor no aparecía pero los detectives seguían al sujeto que la tenía, quien había tratado por todos los medios de arreglarle el impacto de bala en la empuñadura (lo que probaba el solo hecho que mi agresor tenía su brazo extendido hacia mí) y el cargador bloqueado a la altura de la bala 14, por lo que había hecho cuatro disparos antes de caer. Y por “casualidad” los únicos proyectiles no encontrados eran los que se encontraban impactados en la pared detrás de mí al momento del enfrentamiento. Cuando ocurrieron los hechos yo no sabía cuanto me había disparado mi agresor (eso se ve sólo en las películas pero no en la vida real) pero estuve varios días con una sensación extraña a los costados de mi estómago en los que sentía que me pinchaban “cuatro agujas”. Me enteré de que eran cuatro disparos efectivos cuando hicimos la reconstitución de escena y me tuve que parar en el mismo lugar y realizar los mismos movimientos; realmente desagradable, casi patético este medio de prueba contemplado en nuestra legislación realizarlo con quienes han vivido algo así.

El Ministro Bañados se aburrió un día y encarceló a casi todos los testigos. A los días hablaron toda la verdad...pero el arma no aparecía. El sujeto de CNI concurrió una mañana de invierno al taller de armas que tenía el Comandante ( r) Roberto Fuentes Morrison y le pidió que le fundiera la pistola de “su amigo”. Este le dijo que no. Y jamás entendí tanta enemistad y odio para conmigo de este y otro sujetos detestables, desleales y delincuentes “con chapa”.

Este sujeto se vio acorralado y un mañana de mayo de 1989 aparece una caja en el patio delantero de la casa del Ministro Bañados. La revisó el GOPE de Carabineros y era la pistola de mi agresor, la cual había sido lanzada desde el exterior en la noche. Ahí se comprobó que el arma tenía todas y cada una de las características descritas desde la misma noche del mortal encuentro.

Salí en libertad un lunes 12 de junio de 1989; había estado 222 días detenido...y por defenderme. Mi primera actuación era ir a saludar y darle las gracias a Roberto Fuentes Morrison pero fue muerto por el FMR (lo remató en el suelo el guardaespaldas de Gladys Marín) el viernes 9 de junio. Si concurrí a su tumba y le dejé unas flores; como también a la de mi agresor ya que jamás fue mi intención quitarle la vida al padre de mi polola y con el cual tenía una relación normal de trabajo, pero siempre que no estuviera con trago.

Pero aún me quedaba todo el proceso. Al día siguiente concurrí a la Fiscalía y enfrenté a todos aquellos que no me fueron a ver, incluyendo a Sergio Cea (era Mayor de Justicia) que estaba a cargo de la Causa de la Vicaría ya que es masón. No fue sorpresa que mi antiguo jefe (quien entregó mi Hoja de Vida al Ministro sin la felicitación que me había otorgado por mi trabajo de Carrizal Bajo) me hubiera destinado. Siempre pensé “ya le tocará a él”. Y así fue años más tarde.

Me tuve que presentar al Comando de Apoyo Administrativo del Ejército a un trabajo de oficina...pero era trabajo al fin y al cabo. Por supuesto que me quitaron de inmediato el permiso para portar armas (el Ministro Bañados nada había dicho) y eso que me habían amenazado estos delincuentes de CNI; pero comenzaba a conocer las “mariconadas” de los infaltables en toda institución. A los días que estaba ahí y donde nadie me dirigía ni la mirada (poco me importaba ya que estaba libre y había aprendido a ver lo bello de la vida que antes no apreciaba) me citó el general a cargo de la repartición. Me presenté y este no me saludó, quien se encontraba con un coronel amigo de toda una vida de mi familia y que me conocía de niño (apellido Burgos y del arma de Ingenieros) y que tampoco me saludó, y comenzaron los gritos. Me subió y me bajó por el hecho que me “había querellado contra miembros de CNI” y que “me pasaría a la Junta Calificadora” (es decir para echarme); no hubo caso que este obtuso oficial entendiera que no se debía permitir a delincuentes dentro de la misma institución y que lo que habían hecho “no era por la Patria”. Al no entender, sencillamente lo mandé “a la cresta” y le lancé mi TIM (Tarjeta de Identificación Militar) a su escritorio y me fui.

Al día siguiente me presenté por última vez y me retiré obligado por las amenazas de este innoble estúpido, del cual me enteraría después que mi padre no le había ayudado en cierta oportunidad. Pero la vida todo lo paga, y dos años más tarde estando en retiro y como gerente de una empresa constructora se las dio de prepotente de nuevo frente a una asalto de terroristas del grupo “Lautaro” y fue muerto.

Así como también el tipo que escondió el arma de mi agresor se suicidaría de un tiro en la boca dentro de su vehículo en un sector cordillerano de la capital.

Pero a mí me quedaban grandes problemas. Cuando llegó el día de la sentencia, creo que fue uno de los más tensos de mi vida. El Ministro me hizo entrar a su despacho (un año después y en plena “democracia”) y me dijo: “Por el cargo de homicidio tiene LEGÍTIMA DEFENSA a pesar que usted le disparó dos ráfagas a su agresor y le impactó los trece disparos de su cargador en su cuerpo, en movimiento y bajo fuego; por el cargo de agresión (al que le dio el “agarrón” a mi polola) lo condeno a dos meses que se dan por cumplidos; y por el cargo de porte ilegal de arma DOS AÑOS a cumplimiento remitido en el Patronato Nacional de Reos (firmar cada mes).

Me explicó que me creía que yo no había modificado el arma y que realmente la había inscrito así, pero la repartición de IDIC del Ejército le había dicho lo contrario en un documento firmado por un general. No lo podía creer. LO ÚNICO QUE NO HABÍA HECHO RESULTABA EN UNA CONDENA.

No soy un santo pero SOY INOCENTE DE ESE CARGO. Y me lo tuve que tragar durante dos años firmando como un vil delincuente, mientras todos aquellos con los que trabajé recibían su medalla “Misión Cumplida” y yo el único idiota que me había sacado la cresta persiguiendo al FMR, perdiendo dos años de Universidad y creyendo que había que darlo todo por Chile, no recibí jamás la condecoración que me correspondía y merecía mucho más que varios cobardes que hoy ni la ponen en sus uniformes.

En fin...salí con vida de uno de los peores traumas de mi vida a los 26 años; pero Mi Guerra no había terminado. Sólo comenzaba otra fase de persecución y traición. Y a pesar que me había prometido no volver a usar jamás un arma en mi vida, tendría que hacerlo otra vez y en circunstancias aún no aclaradas totalmente por los agresores que ingresaron una noche al fundo “Viejo Roble” en 1995 para matar o detener a mi padre por su condena en el Caso Letelier. Pronto lo leerán.

Nos vemos.