Durante la campaña de La Sierra en la Guerra del Pacífico se produjo el Combate de La Concepción.
En la madrugada del 5 de julio salió de Huancayo la 4° Compañía, menos 39 soldados, a cubrir la guarnición de La Concepción.
El 7 de julio llega al pueblo de La Concepción, el Doctor Palacios y el subteniente Julio Montt Salamanca, quien aceptó quedarse inmediatamente. El Dr Palacios vaciló un rato y al final tomó la resolución de seguir viaje con el propósito de reunirse con su hermano en Lima.
El 8 de julio el teniente Ignacio Carrera Pinto recibió una comunicación del Comandante de la División del Centro, coronel Estanislao del Canto, dándole instrucciones para apoyar a las columnas de enfermos y tropas que pasaran por la guarnición y a su vez, le indicó que existían informaciones sobre posibles ataques de montoneras en la zona.
El 9 de julio era un día habitual en La Concepción, la gente del pueblo concurrió a misa temprano, sabedores que habría un ataque. Las principales familias salieron temprano en peregrinación al Convento de Ocopa.
El coronel peruano Juan Gasto resolvió atacar la guarnición de La Concepción, a las 14:30 sus fuerzas rodearon el pueblo y previo al inicio del ataque, envió una nota intimidatoria de rendición. Que contestó el teniente Ignacio Carrera Pinto, indicando:
En la madrugada del 5 de julio salió de Huancayo la 4° Compañía, menos 39 soldados, a cubrir la guarnición de La Concepción.
El 7 de julio llega al pueblo de La Concepción, el Doctor Palacios y el subteniente Julio Montt Salamanca, quien aceptó quedarse inmediatamente. El Dr Palacios vaciló un rato y al final tomó la resolución de seguir viaje con el propósito de reunirse con su hermano en Lima.
El 8 de julio el teniente Ignacio Carrera Pinto recibió una comunicación del Comandante de la División del Centro, coronel Estanislao del Canto, dándole instrucciones para apoyar a las columnas de enfermos y tropas que pasaran por la guarnición y a su vez, le indicó que existían informaciones sobre posibles ataques de montoneras en la zona.
El 9 de julio era un día habitual en La Concepción, la gente del pueblo concurrió a misa temprano, sabedores que habría un ataque. Las principales familias salieron temprano en peregrinación al Convento de Ocopa.
El coronel peruano Juan Gasto resolvió atacar la guarnición de La Concepción, a las 14:30 sus fuerzas rodearon el pueblo y previo al inicio del ataque, envió una nota intimidatoria de rendición. Que contestó el teniente Ignacio Carrera Pinto, indicando:
“Mi abuelo esta esculpido en bronce en la Alameda de Santiago, no seré yo quien lo manche”.
(Fdo) I Carrera Pinto.
Los civiles de La Concepción eran tres mujeres chilenas que acompañaban a sus maridos soldados, un niño de cinco años hijo de una de estas mujeres y una guagua. Respecto a esta última existe la versión, que narra que este niño habría nacido en pleno combate. Todos ellas fueron asesinados y sus cadáveres salvajemente mutilados y profanados. Sus cadáveres de las mujeres estaban en el segundo patio del cuartel.
Para la defensa de la plaza, el teniente Carrera Pinto, distribuyó en los tres accesos, a los oficiales Pérez y Montt y al sargento 1° Manuel Jesús Silva. Él se quedó con Cruz Martínez y con los soldados de la 4ª compañía, cubriendo el frontis del cuartel, la iglesia y su pórtico, las dos torres del campanario donde subieron diestros fusileros y la parte posterior del cuartel el llamado huerto.
Se destacan como los más experimentados por los años de servicio y campañas, el Sargento 1° Manuel Jesús Silva, quién junto al teniente Ignacio Carrera Pinto habían combatido en la batalla de Tacna, el 26 de mayo de 1880, en el Zapadores y Esmeralda, respectivamente.
Durante la noche, en una de estas salidas es herido en el brazo izquierdo el teniente Ignacio Carrera Pinto, que es auxiliado por sus soldados y retirado al interior del cuartel, donde rápidamente es efectuada la curación. Con su brazo en cabestrillo, reasume el mando de la resistencia.
El combate nocturno no cesa, al amanecer, en una de las salidas muere el subteniente Julio Montt Salamanca, quien es trasportado al interior del cuartel y dejado con el resto de los muertos, que son ubicados en una pieza aislada en el interior.
El día lunes 10 de julio alrededor de las 7 de la mañana, cayó en la refriega al frente de sus hombres, el teniente Ignacio Carrera Pinto, éste fue transportado a la oficina de la mayoría, donde fue colocado su cadáver.
Lo sucedió en el mando el subteniente Arturo Pérez Canto. Ya entrada la mañana, a eso de las 10, las tropas peruanas ingresan al cuartel por los forados y en un inmenso tropel, caen rugiendo. A esa altura del combate las municiones son casi inexistentes y solo las bayonetas son las que imperan en el campo de batalla. Al poco tiempo cae abatido el subteniente Arturo Pérez Canto, en la lucha que se desarrolla en el primer patio. Así asume el mando el subteniente Luís Cruz Martínez; ya sólo quedaba una sección de casi 14 soldados.
Pasada las 10 y media de la mañana, solo queda un piquete de cuatro soldados, dos de ellos heridos y el subteniente Luis Cruz Martínez, quien salió a la plaza a pelear al descampado y decididamente dispuesto a morir matando.
El cuartel se encontraba incendiándose. Tanta audacia y valor paralizaron a los adversarios. A esa hora, después de 20 horas de combate habían cumplido la misión, con creces, sin embargo la ordenanza se impuso: “el oficial que tuviere la orden de mantener su puesto a toda costa los hará”. Inútiles resultaron los gritos y ruegos de rendición y a fin de convencerlos intercedió un oficial jefe peruano. También se recurrió a una mujer que mantenía una amistad con el subteniente Cruz Martínez, sin embargo los sentimientos no se mezclaron. EL CHILENO NO SE RINDE, fue la respuesta.
Y cargo con sable en mano sobre muchedumbre embrutecida por el aguardiente y la chicha; allí cayó victima de múltiples heridas de armas blancas, el subteniente Luis Cruz Martínez, era el último oficial. Después de su muerte sobrevivieron dos soldados, estos harán la última carga, desde el atrio del pórtico de la iglesia.
Sin embargo, hay un relato de un oficial chileno, que llegó a las pocas horas de haber finalizado la resistencia heroica. El cual da luces sobre los últimos defensores, cuando dice que: “los sargentos Silva y Rosas, murieron en la puerta misma de la iglesia, cubriendo la entrada con sus cuerpos”. Esto indica que los sargentos Manuel Jesús Silva y Clodomiro Rosas, son los últimos defensores de La Concepción.
A las 4 de la tarde llega a la plaza de La Concepción el coronel del Canto y escucha el relato del combate de un súbdito español, testigo presencial. En el ínter tanto el coronel del Canto se fija que aún flamea una pequeña bandera chilena en el cuartel de guarnición, razón por la que dispuso rescatarla en el acto.
Durante la noche del 10 de julio se dispuso sacar los corazones de los cuatro oficiales, para traerlos de regreso a Chile. También se ordenó, como el cuartel era colindante con la iglesia, se hiciese dentro de esta última una fosa conveniente, cercana al altar mayor, para enterrar a los oficiales y la tropa y a continuación se incendiara la iglesia para evitar las profanaciones.
Para la defensa de la plaza, el teniente Carrera Pinto, distribuyó en los tres accesos, a los oficiales Pérez y Montt y al sargento 1° Manuel Jesús Silva. Él se quedó con Cruz Martínez y con los soldados de la 4ª compañía, cubriendo el frontis del cuartel, la iglesia y su pórtico, las dos torres del campanario donde subieron diestros fusileros y la parte posterior del cuartel el llamado huerto.
Se destacan como los más experimentados por los años de servicio y campañas, el Sargento 1° Manuel Jesús Silva, quién junto al teniente Ignacio Carrera Pinto habían combatido en la batalla de Tacna, el 26 de mayo de 1880, en el Zapadores y Esmeralda, respectivamente.
Durante la noche, en una de estas salidas es herido en el brazo izquierdo el teniente Ignacio Carrera Pinto, que es auxiliado por sus soldados y retirado al interior del cuartel, donde rápidamente es efectuada la curación. Con su brazo en cabestrillo, reasume el mando de la resistencia.
El combate nocturno no cesa, al amanecer, en una de las salidas muere el subteniente Julio Montt Salamanca, quien es trasportado al interior del cuartel y dejado con el resto de los muertos, que son ubicados en una pieza aislada en el interior.
El día lunes 10 de julio alrededor de las 7 de la mañana, cayó en la refriega al frente de sus hombres, el teniente Ignacio Carrera Pinto, éste fue transportado a la oficina de la mayoría, donde fue colocado su cadáver.
Lo sucedió en el mando el subteniente Arturo Pérez Canto. Ya entrada la mañana, a eso de las 10, las tropas peruanas ingresan al cuartel por los forados y en un inmenso tropel, caen rugiendo. A esa altura del combate las municiones son casi inexistentes y solo las bayonetas son las que imperan en el campo de batalla. Al poco tiempo cae abatido el subteniente Arturo Pérez Canto, en la lucha que se desarrolla en el primer patio. Así asume el mando el subteniente Luís Cruz Martínez; ya sólo quedaba una sección de casi 14 soldados.
Pasada las 10 y media de la mañana, solo queda un piquete de cuatro soldados, dos de ellos heridos y el subteniente Luis Cruz Martínez, quien salió a la plaza a pelear al descampado y decididamente dispuesto a morir matando.
El cuartel se encontraba incendiándose. Tanta audacia y valor paralizaron a los adversarios. A esa hora, después de 20 horas de combate habían cumplido la misión, con creces, sin embargo la ordenanza se impuso: “el oficial que tuviere la orden de mantener su puesto a toda costa los hará”. Inútiles resultaron los gritos y ruegos de rendición y a fin de convencerlos intercedió un oficial jefe peruano. También se recurrió a una mujer que mantenía una amistad con el subteniente Cruz Martínez, sin embargo los sentimientos no se mezclaron. EL CHILENO NO SE RINDE, fue la respuesta.
Y cargo con sable en mano sobre muchedumbre embrutecida por el aguardiente y la chicha; allí cayó victima de múltiples heridas de armas blancas, el subteniente Luis Cruz Martínez, era el último oficial. Después de su muerte sobrevivieron dos soldados, estos harán la última carga, desde el atrio del pórtico de la iglesia.
Sin embargo, hay un relato de un oficial chileno, que llegó a las pocas horas de haber finalizado la resistencia heroica. El cual da luces sobre los últimos defensores, cuando dice que: “los sargentos Silva y Rosas, murieron en la puerta misma de la iglesia, cubriendo la entrada con sus cuerpos”. Esto indica que los sargentos Manuel Jesús Silva y Clodomiro Rosas, son los últimos defensores de La Concepción.
A las 4 de la tarde llega a la plaza de La Concepción el coronel del Canto y escucha el relato del combate de un súbdito español, testigo presencial. En el ínter tanto el coronel del Canto se fija que aún flamea una pequeña bandera chilena en el cuartel de guarnición, razón por la que dispuso rescatarla en el acto.
Durante la noche del 10 de julio se dispuso sacar los corazones de los cuatro oficiales, para traerlos de regreso a Chile. También se ordenó, como el cuartel era colindante con la iglesia, se hiciese dentro de esta última una fosa conveniente, cercana al altar mayor, para enterrar a los oficiales y la tropa y a continuación se incendiara la iglesia para evitar las profanaciones.